Martyris ab Agarensis
occisi et in Icclesia Pagi
do Añez reconditi
Oid que contaros quiero
la Historia de sn Ramiro
do vuestra Yglesia ornamento
Os contaré su constancia
la fé, la firmeza, el celo
la impavidez, la alegria
y el heroico ardimiento,
con que el martirio sufrió
dando al alfange su cuello
por lasta Religión
de Jesucristo, bien vuestro;
escuchadme, estad devotos,
prestadme atención, que empiezo
En tiempo que el moro infiel
en castigo de la culpas
de este desgraciado Reyno:
en Sn Pedro de Cardeña
muy antiguo Monasterio
de Padres Benedictinos,
célebre en todos aspectos;
moraban doscientos monges
con Esteban, su maestro.
Pasaban allí la vida
dando de virtud ejemplo,
en retiro, en penitencia,
en oración y silencio
ofreciéndose al Señor;
víctimas de su amor tierno.
Todo lo llegó á entender
un Comandante Agareno
que con su morisca tropa,
y picado de codicia
de odio y aborrecimiento
contra los siervos de Dios
se dirigió al Monasterio.
El Santo Abad que lo supo
y advirtió como discreto,
lo que se podía esperar
de aquel infiel monstruo horrendo,
á todos los Religiosos
los convocó en el momento,
y diz, que así les habló
con el más cordial afecto:
Hijos mios, ya llegó
aquel venturoso tiempo,
en que si amamos á Dios
y sus santos mandamientos
á vista del mundo todo
así lo manifestamos.
Un bárbaro Musulman
vereis pronto en el Convento
sediento de nuestra sangre,
en odio del Evangelio
¿Hay alguno entre vosotros
tan cobarde é indiscreto
que por conservar la vida
quiera tal vez...? no lo digo,
os injurio si lo pienso.
Ese asomo de sospecha
(todos aquí respondieron)
el pecho nos ha llenado
de amargura Padre nuestro.
Habiendo venido aquí
voluntarios y contentos
por amor de Jesucristo,
y por conseguir el Cielo;
y estando ya acostumbrados
á vivir como muriendo
por alcanzar tanto bien,
tan grande y sublime objeto:
¿Seremos tan insensatos,
tan pueriles y tan ciegos,
que queramos perder todo,
en el crítico momento?
¿Tan tímidos nos recela?
¿Tan flacos y tan perversos?
¿Tan poco fieles de Dios,
y á su vez tan poco atentos?
Somos hijos de Benito
y todo se dice en esto.
cuando afligido el portero
entra al Claustro dando voces:
huyan todos, y huyan presto;
ya están los Moros ahí,
y vienen al Monasterio.
Que turbantes ¡y que barbas!
que alfanges! Vaya son fieros.
Tan pronto como lo dijo,
se empezó á oir el estruendo
de toda la algarabia
que formaba el regimiento.
Llegan á la Portería
con belicoso denuedo
y poniendo sable en mano
atropellan el Convento.
Por aca y alla discurren
de sangre humana sedientos,
hasta que dan con los Monges
que como mansos corderos
en el Claustro reunidos
pedían á Dios aliento.
Furibundos les envisten,
les derriban en el suelo,
los llenan de puntillones,
bofetadas, y denuestos.
Por fin, degüellan á unos,
a otros los parten por medio,
á este le perniquebran,
y á aquel le muelen los huesos,
hasta que acabando así
en número de doscientos,
como víctimas sagradas
á la gloria se subieron.
En la sangre rebolcados
quedaron los stos. cuerpos
insepultos, hasta tanto
que los Bárbaros se fueron.
El caso se divulgó,
los cristianos acudieron,
y con gran veneración
alli mismo do murieron
una honrosa sepultura
á todos ellos les dieron.
Escuchad, aquí un prodigio,
que cuentan los que lo vieron.
Los días de aniversario
desta matanza y degüello,
dicen que de roja sangre
las paredes se tiñeron;
con tan pasmoso portento,
cuan agradable le era
la memoria de sus siervos.
Dichosos, pues ó vecinos
de Añez, lo sois por cierto
porque á vuestra Yglesia vino,
y de Cardeña trajeron
de uno de estos stos Monges
una Reliquia, ó fracmento.
De uno, si, no lo dudeis,
pues consta de un documento,
que es el Martir Sn Ramiro,
hijo de aquel Monasterio.
La auténtica asi lo dice,
Y esta firmada de acuerdo
Por Prelados respetables
Con correspondiente sello.
Vuestra fé, no necesita
de tanto razonamiento,
porque á los sencillos, Dios
suele alumbrarlos por dentro.
Os lo digo á fin de que
zaherido vuestro celo
al atrevido, al incredulo
que pretenda despedir
á Ramiro, de este templo.
Mas también debeis saber
que á fin de que sea completo
vuestro culto al Martir Snto,
y que el os traiga á su tmpo
las lluvias a vuestros campos
cuando estén de agua sedientos;
el sol sobre vuestras parvas
y el fresco a vtros graneros,
a vuestras almas la gracia,
y la saluz á los cuerpos;
es preciso que guardeis
los Divinos Mandamientos,
que aborrezcais el pecado,
aun mucho más que el Infierno.
En una palabra, que
á sn. Ramiro siguiendo
ó imitando de su vida
la fé, la paciencia celo,
merezcais su protección
y despues verle en el cielo.
Amen
Es en 1827 cuando el abad de San Millán da la licencia que autoriza el culto a la reliquia: “Damos a nuestro teniente cura de la Iglesia Monasterial de San Vicente de Añes, una de las de nuestra jurisdicción episcopal, la competente licencia, según que por derecho nos corresponde, para que pueda exponer a la pública veneración el fragmento del hueso sagrado colocándole al intento en lugar y con la decencia correspondiente en dicha iglesia”.
No se sabe como ni cuando llegó la reliquia, pero la tradición cuenta que la trajeron desde San Millán de la Cogolla seis frailes, a los que en Quincoces y Angulo se les unieron vecinos de estos pueblos para acompañarles hasta Añes donde fue recibida el 14 de marzo de 1828.
La fiesta de San Ramiro fue fijada el 21 de mayo y acabó sustituyendo a la fiesta del pueblo, que hasta ese momento se había celebrado el 22 de enero, día de San Vicente Mártir, santo titular de la parroquia.
Hasta hace pocos años fue grande la devoción que en Añes y en los pueblos de alrededor se tuvo a esta reliquia, especialmente por los enfermos de la vista.
En relación con esta historia, se conserva en el archivo de Menoyo el documento, arriba copiado, que relata como fue la matanza de los monjes de San Pedro de Cardeña. En el documento no figura ninguna fecha, pero es muy posible que sea de la época en la que la reliquia llegó a estas tierras.