Los señores «de la guerra y de la tierra» vieron en el paisaje una fuente de recursos económicos sobre los cuales extender su dominio y, en la casa-torre, la forma idónea de articular el control de ese territorio en beneficio propio. La construcción de uno de estos edificios era, ante todo, la expresión de una voluntad de dominio formulada en clave espacial. Así, a mediados del siglo XIV, los Murga pretendieron hacer indiscutible su poder sobre la zona meridional del valle de Ayala.
Este dispositivo de poder señorial estaba diseñado principalmente para atender a necesidades militares. La estructura del recinto y su distribución espacial estaban pensadas para poder llevar a cabo una resistencia efectiva ante el enemigo y sólo en segundo lugar, para atender a las necesidades domésticas, reservándose un hueco considerable a la vivienda del señor.
Aquellos que vivían en su interior no tenían otra opción que la de aceptar unas condiciones de habitabilidad impuestas, lo cual incidía, no sólo en la funcionalidad que adquiría cada uno de los espacios del interior del inmueble, sino sobre todo, en la forma en que se producía el juego de las relaciones sociales. La torre fue el producto de una sociedad bajomedieval en crisis, y, al mismo tiempo, uno de los factores clave en el modelado y perpetuación de su estructura.
Físicamente, la torre de Murga era un recio edificio de planta rectangular que alcanzaba más de 11 metros de altura. El aparejo de su fábrica era, y es, de mampostería caliza donde se alterna el material extraído de cantera por capas naturales con el material semielaborado (bozze), siguiendo hiladas más o menos regulares, aunque sinuosas. Los esquinales y recercos de vanos están realizados en sillares calizos de grandes dimensiones. La argamasa que cohesiona toda la obra es muy dura, abundante en cal y áridos. El grosor de sus muros en la base oscila en torno a los 1,35 metros, y todo ello se asienta sobre el nivel de roca natural, sin mediar solución de continuidad que funcione como zanja de cimentación.
El interior de la torre estaba dividido en tres pisos, comunicados por medio de escaleras. En la planta baja, presentaba cuatro pequeñas saeteras (enfrentadas dos a dos en los muros este y oeste); en la primera planta, según se ha podido constatar, sólo una saetera (como único vano además de la puerta de acceso) ubicada en el cierre norte, junto a la esquina noroeste. La segunda planta, contaba con cuatro vanos, rematados en arco de medio punto; los de este nivel están centrados en cada uno de los paños, y a pesar de ser algo mayores que los de la planta baja, siguen siendo de reducidas dimensiones. La tercera planta correspondía al cadalso, que destacando sobre la línea de desplome de los muros de la torre, coronaba el edificio en todo su perímetro.
No existía ningún acceso directo por la planta baja; la única entrada de la torre se encontraba en alto, en la primera planta del paño sur. En un primer momento, a este ingreso se llegaba ascendiendo por una escalera de madera construida pegada a la fábrica, aunque poco después ésta fue sustituida por otra de piedra y rodeada de un muro defensivo. El entramado de madera que divide el interior de la torre en la actualidad no es el que corresponde a la fábrica original. Aunque en sus rasgos fundamentales coincide con aquél, el análisis detenido de las ménsulas y mechinales que han quedado fuera de uso ha permitido poner de manifiesto importantes diferencias en la distribución y comunicación de los espacios, vitales para interpretar su funcionalidad.
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La simbiosis entre la estructura lígnea y el trabajo de albañilería de los paños perimetrales que se desprende de la articulación entre aparejo, huecos y apoyos, es total. De la forma y configuración de los mechinales se desprende, por ejemplo, que el trabajo de carpinteros y albañiles evolucionaba a la par. Planta por planta, los muros de mampostería crecían al tiempo que el esqueleto interior de madera. Las vigas maestras se hacían trabar con la fábrica como si de un mampuesto más se tratase, lo cual dotaba al edificio de una gran robustez constructiva. Tanto es así, que parece probarse, no sólo en este caso, que es la longitud máxima que pueden alcanzar las vigas maestras (es decir, la longitud máxima aprovechable de un tronco), la que determinaba la forma en planta, y por tanto el desarrollo volumétrico de las torres. Por ello, las dimensiones del lado corto de los torreones de planta rectangular y del lado único en los de planta cuadrangular, oscilan siempre en torno a los 11 metros de longitud, dependiendo del grosor de los muros.
La torre banderiza (siglos XIV al XV). La fábrica original se data a mediados de siglo XIV. Se trata de una obra de mampostería regularizada, que, con planta rectangular de 8,5 x 12,15 metros, superaría los 11,8 metros de altura. En el momento de la construcción, la división interna del edificio contaría al menos con cuatro niveles de habitación, y quizá uno más, desaparecido junto con el cadahalso, cuando se construye, en época moderna, el remate de ladrillo. Contaba con un único acceso situado en la primera planta, al que se llegaba mediante un patín de madera desmontable. La organización del espacio interno está rígidamente determinada por la función defensiva de la torre.
El palacio (mediados del siglo XVI). A mediados del siglo XVI se añade una construcción adosada al este de la torre. El nuevo edificio es de planta rectangular y su superficie es de 8 x 16 metros por 8 metros de altura, divididos en dos plantas. Está realizado en mampostería, con esquinales y vanos de sillería. La construcción de este palacio supone la proposición espacial de un nuevo orden de cosas. Nos encontramos ante un edificio en el que desde un principio prima la horizontalidad frente a la verticalidad, donde la organización en dos plantas consigue reducir al mínimo el uso de escaleras, ganando en comodidad.
La ampliación del palacio (finales del siglo XVI). A finales del siglo XVI, el palacio se modifica y se amplía hacia el sur y el oeste, enmascarando definitivamente el cuerpo de la torre banderiza. El nuevo añadido se diferencia netamente del antiguo, y se compone de dos plantas y una bajocubierta. La planta baja está realizada con sillares bien labrados dando forma a una amplia y bella arquería. La primera planta se construye en ladrillo, que se enluce con una pintura, imitando a su vez las hiladas de ladrillo. Sus lados Sur y Oeste tienen, respectivamente, 18 x 16 metros y la misma altura que el palacio anterior.
El palacio como caserío (a partir de mediados del siglo XVII). Con el abandono de la torre como lugar de residencia habitual de los señores, el conjunto no sufre nuevas modificaciones de envergadura pero sí numerosos pequeños cambios y obras que denotan una nueva funcionalidad. En esta fase, el conjunto, a pesar de seguir siendo de titularidad señorial, pierde su categoría de residencia nobiliaria, cuando se traslada la familia que dio nombre al solar.
Claves para el conocimiento de la configuración espacial de una torre banderiza: la torre de Murga (siglos XIV-XV)/ Ismael García Gómez
Cortesia de Federico Verástegui
Estudio arqueológico de la Torre de Murga