16/10/25

Amalia Llano y Dotres

 

Me ha sorprendido enterarme de que Amalia de Llanos y Dotres, magnificamente retradada por Madrazo en este famoso cuadro, es descendiente de un ayalés, aunque tengo mi dudas sobre que ella llegara a visitar la tierra de su padre.

Ramón de Llano y Velasco (aunque posteriormente utilizaría los apellidos de Llano Chavarri, como sus hermanos) nació en Llanteno en 1783. Junto con sus hermanos Lorenzo, Manuel y Francisco emigró a México para reunirse con su pariente Francisco de Chavarri e hicieron una importante fortuna. Con la independencia de México, Manuel y Ramón regresaron a la península, aunque a diferencia de otros indianos retornados, no volvieron a su tierra natal sino que se instalaron en Barcelona en 1819, después de pasar por Cuba e Inglaterra. Según la contribución de 1823 se encontraban entre los principales comerciantes. A partir de 1834, Ramón se instala en Madrid debido a su cargo como Procurador de las Cortes.

Su hija Amalia Teresa Ramona, nació en Barcelona el 30 de abril de 1822 y murió en Madrid el 6 de julio de 1874. Tras la muerte de su padre, su madre Pilar Dotres y Gibert contrajo matrimonio con Francisco Falcó y Valcárcel, IX marqués de Almonacid de los Oteros. Este enlace supuso para la familia la apertura a la vida en los círculos aristocráticos. El 12 de octubre de 1839 se casó con Gonzalo de Vilches y Parga, I conde de Vilches con quien tuvo dos hijos: Gonzalo, II conde de Vilches, y Pilar.

Amalia participó y organizó obras de teatro, así como encuentros literarios muy frecuentados por figuras intelectuales y artistas de su época. Gran aficionada a la literatura, probó suerte como escritora. Consiguió publicar dos novelas: Ledia y Berta. De su círculo de amistades formaba parte el pintor Federico Madrazo, quien la retrató en 1854.

La condesa de Vilches fue una de las damas que más trabajó para que volviera la Monarquía, desde la expulsión de Isabel II hasta la proclamación de Alfonso XII como rey de España.

La muerte de Amalia, ocurrida el 6 de julio de 1874, fue muy sentida por la sociedad madrileña, tal y como se puede ver en los artículos que se le dedicaron en los periódicos de la época. Fue enterrada en el Cementerio de San Isidro, en el panteón familiar de los marqueses de Almonacid de los Oteros. Junto a ella descansan los restos mortales de su madre, de su padrastro y de su nieto Gonzalo entre otros. Su marido, el conde de Vilches, murió en 1879, y fue enterrado en el mismo cementerio, aunque en una sección diferente

13/7/25

Curiosidad

En el artículo sobre la fabricación de las ruedas de reja, que podéis releer aquí, Luis Padura comentó que las que se hacían en la fragua de su familia en Beotegui se vendían en la zona limítrofe entre Cantabria y Asturias, por eso me llamó la atención este cuadro del Museo de Bellas Artes de Oviedo en el que se ve un carro con rueda de reja

 Cerniendo (1896); óleo sobre lienzo, 76x63 cm
 
El autor es Agustín Otermin (Vidiago, 1870-1956), un pintor asturiano destacado por su habilidad para capturar escenas costumbristas y paisajes. 
 
Discípulo, entre otros, de Sorolla, a lo largo de su carrera, desarrolló un estilo que combinaba el realismo con un enfoque detallado y emotivo hacia sus sujetos, a menudo reflejando la vida cotidiana y las tradiciones de su región natal. Sus obras incluyen tanto escenas rurales como retratos, en los que se puede apreciar su maestría en el uso del color y la luz para evocar atmósferas cálidas y cercanas. No he podido conseguir más datos sobre él ni sobre el cuadro
 
 
 
Descripción
En primer plano, enmarcada por las jambas y la puerta del portal, estragal o pasadizo, una mujer, sentada sobre una silla de enea y ataviada con las prendas del día a día (dengue, saya, mandil), tamiza, piñera o cierne, tomándola de un cesto de castaño o de ablanu, la harina de maíz, que cae sobre la artesa o masera.
A través de la puerta abierta, se ve la quintana, en la que espera un carro del país, de ruedas de madera, tirado por bueyes; el paisano viste xilecu, calza madreñes y cubre la cabeza con boina Los árboles, casi sin hojas, dejan entrever una loma de tonos verdes.